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Thursday, September 28, 2006

EL TREN

Dicen por ahí que hoy ha amanecido en viernes. Yo me lo creo. Casi que ya me lo creo todo.
Ayer amanecimos tras una inmensa cena Tibetana en la que llegaban y llegaban platos y platos de comida extraña en un restaurante increíblemente bonito y caro (9 euros por cabeza) .-fíjate lo que son las cosas-. Tras eso y unas vueltas por Pekín para tomar una copa en un local lleno de Americanos, nos fuimos a descansar para ir por la mañana a ver La Muralla China. Silvia, la prima de Laia había contratado al chino de la muralla, es decir, a uno que llevaba una furgonetilla de 9 plazas y que nos acercaría a uno de los tramos de la muralla que están mejor por la zona. Tras hora y media de viaje desde Pekín llegamos junto al resto de españoles que viajaban con nosotros (y que ahora están en Shangai preparándose para la Formula 1). La zona se llamaba Mutianyu great wall, una zona restaurada y preparada para poder visitar la zona. Desde el pueblo podías subir en teleférico hasta la muralla, a partir de allí romperte las piernas subiendo y bajando escalones surrealistas, para luego poder bajar o bien en teleférico o bien en tobogán. Así explicado queda un poco extraño, pero es que China en sí lo es.
La muralla da para contar mil anécdotas de guiris agotados, vistas preciosas y chistes sobre una supuesta invasión (porque pensar que un chino iría corriendo desde una torreta a otra para defender un puesto con esas pendientes da para mucha risa, supongo q hay q estar allí para reírse, pero bueno).
La bajada en tobogán fue chulísima. Han hecho un tobogán como el de las piscinas (deslizante) por el que te subes a un artilugio por el que controlas la velocidad y bajas hasta abajo, alucinante, son unos 5 min de bajada, en la que a cada rincón habían controladores que decían cosas (que no entendíamos, claro), hasta llegar al final.
Tras la muralla el chino-conductor nos llevó al Mercado de la Seda, pero tal era nuestro cansancio que decidimos no entrar e irnos a casa a descansar, ya que por la tarde tendríamos que prepararnos para un tren que salía de la estación Sur de Pekín hacia Datong.
Fuimos con una amiga de Silvia, Felicitas, que para ser alemana, tiene un nombre bastante raro. De echo, tengo una tía gallega que se llama así y jamás pensé encontrarme a alguien (y menos alemana) que se llamara así. En fin. Felicitas trabaja en un hotel aquí en Pekín, y se apuntó a la excursión. Como mínimo sentimos que nuestro inglés servía para algo aquí en Pekín. Con ella nos podíamos comunicar.
En Datong tenímos tres objetivos, un monasterio colgante, una pagoda impresionante y las Grutas de Yungang. El monasterio colgante, impresionante. Resulta que a un monge le vino la inspiración divina y tenía que construir un monasterio entre el cielo y la tierra y, como era chino, y piensan así de práctico, pues en medio de la pendiente de una montaña construyó el monasterio, alucinante.
La pagoda, súperbonita, pero vista la ciudad prohibida y demás monumentos chinos, ya estamos hasta arriba de pagodas, eso sí, era preciosa.
Pero lo que son las Grutas de Yungang, Patrimonio Cultural de la Unesco, es para imaginarselo y llorar. Puesto que las fotos no las podemos colgar y las palabras aquí sobran, os paso la web o buscais en google, porque es para verlo. www.yungang.org En cualquier caso, flipa con el budismo.
Para poder desplazarnos por allí, porque las distancias son inmensas tuvimos que regatear con los taxistas para poder tener un chofer durante el día. Finalmente escogimos a una taxista china que hablaba algo de inglés. Se aprenden muchas en este viaje. También se aprende mucho en el tren, pero de eso mejor escribimos otro día, porque yo ya no puedo con mi cuerpo y mejor descansar un poco.
Son las 8 de la mañana en Pekín y hace un sol impresionante, tenemos suerte.

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